No puedo imaginar la desesperación y el dolor de la traición que experimentó José a causa del rechazo y abandono de sus propios hermanos.
Con emoción recibió a sus 17 años los sueños de grandeza que Dios había soñado para él. Sabía que reinaría sobre sus hermanos algún día, pero, sus hermanos no se regocijaron, sino le odiaban, y anhelaban verle muerto por la envidia en sus corazones.
¡Pobre José! Quizás si no les hubiera contado nada… Igual iba a llegar a reinar sobre ellos, pero, si se hubiera quedado callado, tal vez no estaría en este pozo…
Como si no hubiese sido bastante doloroso que metieran a José en un pozo, cuando lo sacaron fue para venderlo. Después de llorar a saber por cuánto tiempo y durante su camino a Egipto, al tiempo de aceptar que era un esclavo y cuando quizás ya podía ver un poco de esperanza, la esposa de su amo, su dueño, quería acostarse con él y José por mantenerse íntegro la rechaza, y Dios pareciera haberlo olvidado pues se fue a la cárcel calumniado.
A veces la desesperanza se apodera de nuestros corazones, pareciera que a nadie le importa lo que estamos pasando, a veces Dios parece estar callado, sabemos que los sueños que El Señor nos ha dado son grandes y requieren fe y paciencia; pero, esta situación sin sentido. ¡DUELE!
Aún en medio del pozo de la desesperación. Ahí está Dios, soberano, sosteniendo nuestra mano, quizás susurrando: ¡Yo sé que duele! Pero, es grande la gloria que viene. Espera…Espera, te amo y no te dejaré ni te desampararé. Yo cumpliré todo lo que te he prometido.
Esperar en el Señor es dificil, duele. A menos que seas un super humano te lo tomarás sin sentimientos de preocupación o de tristeza, ni por un segundo. Pero, debemos recordar, que ahí a ese pozo profundo y solitario también llega la presencia del Señor, hasta ahí nos alcanza su poder, su misericordia y su propósito.
Todas las cosas nos obran a bien, aún en el fondo del pozo su propósito se está cumpliendo en nuestras vidas. Recuerda que José no se quedó en el pozo, a pesar de su largo proceso llegó al palacio a gobernar con la autoridad que Dios le había prometido.
¿Confias en que al final todo traerá gloria a su nombre?
Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Salmos 40: 1-2:
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